Silverstone no es un circuito más. La primera carrera en la historia del Mundial de Formula 1 se celebró en ese trazado el 13 de mayo de 1950. Sólo ese dato le otorga la distinción de lugar emblemático y especial para los pilotos que corren allí. Líder aparte, McLaren y Mercedes han dado un gran paso hacia adelante y Ferrari y Aston Martin se han estancado. Las fuerzas cambian, salvo en una posición, la del gran dominador, al que nadie puede siquiera inquietar.
En la salida Verstappen demostró que no es un robot (algo que algunos dudaban). Dio una pequeña muestra de debilidad y Lando Norris le adelantó, saliendo desde la segunda plaza, ante la euforia colectiva de sus compatriotas ingleses en la grada. Por muy poco no le adelantó también el otro McLaren, el del australiano Oscar Piastri. Sainz perdió un puesto y Alonso recuperó dos en la primera vuelta.
Duró poco la alegría del británico. El gran ogro del Mundial puso enseguida las cosas en su sitio y se situó en cabeza para liderar la carrera por delante de los sorprendentes McLaren, crecidos por correr en casa y las mejoras introducidas en el monoplaza. Entretanto, Alonso era rebasado por Hamilton.
Igual que McLaren, Mercedes también ha dado un salto de calidad en su rendimiento. Russell y Hamilton mostraban un ritmo consistente y rápido. En la vuelta 33 la parte trasera del Haas de Magnussen empezó a arder por una rotura de motor y provocó la salida de un Safety Car, que igualó las fuerzas de nuevo.
En la reanudación Norris y Hamilton mantuvieron un duelo vibrante por la segunda posición. La primera es coto privado. El joven aguantó las embetidas del veterano.
Por detrás, Sainz sufrió un minuto negro en el que le pasaron Pérez, Albon y Leclerc de forma sucesiva. Alonso, séptimo, con un coche sin ritmo, se defendía como podía de los tres que habían pasado a su amigo.
Mad Max logró su sexta victoria consecutiva y octava de la temporada. Ya puede empezar a celebrar un nuevo título.