El calentamiento global genera dudas sobre el futuro de los Juegos de invierno
El presente parece estar asegurado. El miércoles, la instancia olímpica eligió a los Alpes franceses como candidatura única para entablar un 'diálogo específico' -por delante de Suecia y Suiza- para la organización de los Juegos de 2030, mientras que la designación oficial tendrá lugar presumiblemente el año que viene.
Una carrera que ha contado con un candidato más que para los Juegos Olímpicos de invierno 2022, logrados por Pekín frente a Almaty (Kazajistán) y marcados por las faraónicas inversiones, una nieve 100% artificial y por la preocupación por el impacto medioambiental y por las críticas por la vulneración de derechos humanos. La edición de 2026 fue adjudicada a Milán-Cortina ante Estocolmo.
Pero si Suecia dio a conocer sus ambiciones para 2030 desde el pasado mes de febrero, con la capital como sede de los deportes de hielo y una sede para la nieve en Are, a más de 600 kilómetros, Francia y Suiza esperaron al pasado verano (boreal) para saltar a la pista, sin precisar sus proyectos hasta hace unas semanas, sin debate político ni consulta a la población.
Avalancha de abandonos
Mientras Salt Lake City es la única candidata para los Juegos de 2034, Los Pirineos-Barcelona y Sapporo (Japón) vieron sus intenciones congeladas por los elevados costos.
En mucha mayor medida que los Juegos de verano, la historia reciente de los Juegos de invierno está marcada por una avalancha de candidaturas abandonadas, desde Calgary a Santiago de Chile pasando por Auckland, Innsbruck, St Moritz, Sion, Oslo o Lviv, en muchos casos ante la falta de apoyo de las poblaciones afectadas.
Además de los ingresos menos cuantiosos que los de verano, los Juegos de invierno implican también infraestructuras costosas, sobre todo cuando no sirven para satisfacer las necesidades locales: el trampolín en saltos de esquí, la pista de luge/bobsleigh y el anillo cubierto de patinaje de velocidad son a menudo los tres 'elefantes blancos' más criticados.
A ello se añade la cada vez más habitual ausencia de nieve. Aunque los cañones de nieve artificial cumplen su rol, es necesario también que haga el suficiente frío para que no se derrita o que no llueva para no dañar su consistencia, como fue el caso en Vancouver en 2010.
¿Diez anfitriones potenciales?
El recalentamiento del planeta va a disminuir aún más el número de sedes capaces de garantizar unas condiciones aptas. Según un estudio hecho público por el COI a mediados de octubre, sólo diez países podrían organizar con garantías unos Juegos Olímpicos de invierno para 2040, por la quincena de hoy en día.
Y la instancia olímpica no se aventura a predecir el horizonte más lejano, mientras que una investigación de la universidad de Waterloo publicada en 2015 estimaba que de los 19 primeros anfitriones de los Juegos Olímpicos de invierno, sólo seis podrían seguir siendo "climáticamente fiables" en 2080.
El COI valora una serie de iniciativas para hacer frente a esos obstáculos: una doble atribución 2030-2034 para asegurarse las sedes lo antes posible, economizar gastos para convertir a los Juegos Olímpicos en un equivalente a los Campeonatos del mundo de diferentes disciplinas reunidas, y una posible rotación entre el puñado de sedes que ya cuentan con todo lo necesario.
Asimismo, al igual que con los Juegos de Verano, se trata de evitar nuevas infraestructuras, permitiendo incluso a las ciudades asociarse aunque se hallen alejadas, o incluso en dos países distintos -las pruebas de luge-bobsleigh de Milán-Cortina podrían disputarse en Austria o en Suiza, y la candidatura francesa para 2030 también implica importantes desplazamientos.
Pese al principio según el cual "los Juegos Olímpicos se adaptan en adelante a las regiones y no a la inversa" que se plantea desde hace año, ¿qué implica en la práctica? ¿cuánta distancia será aceptable entre las sedes de nieve y hielo? ¿en qué partidas o actos se podrá recortar el presupuesto?