El gol de Pulisic lleva a octavos de final el orgullo yanqui y acaba con Irán (0-1)
Estados Unidos era el que debía arriesgar. Sólo le valía la victoria en la batalla futbolística que iban a disputar contra Irán en Catar. Y se lanzó a la portería de Berianvand como si no hubiera un mañana. La idea era, pues, atacar, atacar y volver a atacar. Así lo entendieron sus laterales, Dest y Robinson, que vivían eternamente como extremos y actuaban como cuchillos afilados dispuestos a todo para poner balones en el área. Allí esperaban Sargent, Pulisic y Weah, que mordían por cada pelota dividida. Sólo faltaba el Séptimo de Caballería para derribar la muralla que Queiroz había planteado en torno a su guardameta.
No le importaba a los iraníes que el balón rondase continuamente su área. Incluso parecían cómodos defendiendo en, como se dice ahora, bloque bajo. O lo que es igual, poniendo el autobús y esperando alguna contra.
Pulisic, artillería pesada del mayor calibre
Los americanos insistían una y otra vez por ambos costados, por el centro, con la infantería y su artillería pesada, y hasta con las fuerzas aéreas. El más incisivo era Weah, que mandó fuera un par de remates francos. Había que ajustar la mirilla y quién mejor que el general McKennie para colocar una trampa mortal a la espalda de la zaga de Irán, que quedó petrificada. Esas dudas las aprovechó Dest para colarse y ceder a Pulisic el honor de detonar la portería rival. El del Chelsea se jugó el físico para lograrlo. Le dolió muchísimo el golpe contra el portero, seguro, pero más aún no poder celebrar el tanto que les ponía en los octavos de final.
Alegría más que merecida para un planteamiento valiente que a punto estuvo de tener otro premio al filo del descanso. De nuevo McKennie, que pudo ser el inventor de aquello de “donde pone el ojo pone la bala”, teledirigió a su misil Weah para abatir de nuevo a Berianvand. Lo consiguió, pero no valió porque Mateu Lahoz, juez de paz español, anuló correctamente la diana por fuera de juego.
Ghoddos, para reactivar las fuerzas iraníes
El 0-1 clasificaba a Estados Unidos e Irán tenía 45 minutos para dar la vuelta a la situación. Sólo con la estrategia de defenderse no había servido. Entró Ghoddos para enmendar la plana, pero un solo hombre no era suficiente. Ni siquiera cuando los norteamericanos tuvieron que prescindir de Pulisic, herido en combate al marcar el gol.
La impotencia en el bando asiático se hacía patente en cada acción, en cada lucha cuerpo a cuerpo. Parecía no existir una debilidad en las líneas rivales, como una roca impenetrable llena de barras y estrellas que pinchaban como cactus. Pero siempre hay una grieta, sólo que hay que buscar con más ímpetu. Y la encontró Ghoddos que, sin embargo, echó el balón fuera cuando todo un país gritaba ya el empate. Lo mismo debió pensar Ezatolahi cuando intentó sorprender a Turner, que se encontraba adelantado.
Aún quedaba tiempo, poco más de 20 minutos, y esos disparos, aunque fuesen al aire, insuflaron nuevos ánimos a las tropas iraníes. Estados Unidos sabía que le tocaba volver a sus trincheras y sufrir. Y vaya que lo hizo, pero en una batalla hay que atacar y defender. Lo hicieron de maravilla y se llevaron la preciada victoria y el premio de seguir vivos en el Mundial.
Su próximo rival, Países Bajos.
Jugador Flashscore del partido: McKennie.
Todas las estadísticas del partido, en el siguiente enlace: Irán-Estados Unidos.