El Real Madrid de las grandes noches europeas se ha trasladado a la Copa del Rey, una competición que no levanta pasiones en la capital y que, además, tampoco se le ha dado bien al equipo blanco a lo largo de su historia. Si hay un equipo que domina en el palmarés, ese es el Barcelona, pero tampoco el segundo puesto pertenece a la entidad del Santiago Bernabéu, sino al Athletic Club de Bilbao.
Sin apenas opciones en LaLiga y ante la dificultad de repetir éxito en la Champions League, el torneo de las sorpresas se presenta como la vía más asequible para levantar uno de los tres títulos con mayor peso. La Supercopa de Europa cayó en agosto y el Mundialito de Clubes permitió inaugurar la vitrina del 2023, pero ninguno de los dos tienen la suficiente trascendencia como para dar por buena la temporada.
Susto en el barro y gloria en La Cerámica
El conjunto dirigido por Carlo Ancelotti llega a Sevilla por la puerta grande. Su debut dejó ciertas dudas porque superó por la mínima al Cacereño, un rival muy inferior en todos los aspectos y que se ubica en la sexta posición en el Grupo 5 de Segunda RFEF, la cuarta categoría del fútbol español. Tuvo que aparecer Rodrygo Goes para evitar la catástrofe y pasar a los octavos de final.
Más complejidades se presentaban para la siguiente eliminatoria. El Villarreal prometía dar guerra en La Cerámica y lo consiguió durante 45 minutos, pero cayó anímicamente tras el descanso y sufrió un auténtico atropello en la segunda. Vinicius Júnior y Éder Militao igualaron los tantos de Étienne Capoue y Samu Chukwueze, mientras que Dani Ceballos, que asistió en el primero, culminó la remontada.
Dos victorias de peso
Superado el duro escollo ante los amarillos, ahora tocaba afrontar un nuevo derbi ante el Atlético de Madrid, que se adelantó en el Santiago Bernabéu gracias a un tanto de Álvaro Morata. Hubo que esperar hasta el tramo final para que llegara el empate y fue en la prórroga, sin el expulsado Stefan Savic, cuando Karim Benzema y el ya citado Vinicius pudieron darle el pase a los suyos.
Tras esos enfrentamientos a partido único, llegaba el temido Barça (a ida y vuelta). Un autogol le dio la ventaja al cuadro azulgrana, que resistió en bloque bajo para marcharse con un (a priori) valioso 0-1, pero una parada clave de Thibaut Courtois, una exhibición de Eduardo Camavinga y un ataque letal comandado por el actual Balón de Oro dieron como resultado este miércoles el rotundo 0-4.