José Luis Mendilibar prefiere el mono de trabajo y el perfil bajo. Sólo en contadas ocasiones le hemos visto con chaqueta -siempre rigurosamente sin corbata- o gritando su enfado a los cuatro vientos. Es un entrenador educado, Mendi.

El centro de atención, el viejo y sabio vasco, prefiere que esté en el campo, en los jugadores, los verdaderos protagonistas del deporte más bonito y querido del mundo, porque, al fin y al cabo, le han enseñado que son ellos los que marcan los goles que un equipo necesita para ganar.

Lo curioso es que hasta marzo del año pasado el actual entrenador del Olympiacos nunca había dirigido a un equipo en un partido europeo. Y lo cierto es que el Sevilla no había confiado en él para llegar hasta el final en su competición fetiche, la Europa League, sino para salvarse tras una pésima temporada en LaLiga.

La apuesta de Monchi

En uno de los peores momentos de la historia reciente del club andaluz, Monchi necesitaba un entrenador acostumbrado a luchar por la salvación, uno que, a diferencia de él y del resto de directivos sevillistas, ya hubiera estado en esa situación.

Y así fue cómo la elección recayó en el exentrenador del Eibar que, por su parte, tardó apenas unos días en hacer entender a la directiva hispalense que había elegido al hombre adecuado, unas semanas en convencer a la afición de que estuviera de su lado y unos meses en hacer lo que ni él mismo había imaginado y que, en realidad, nadie le había pedido: ganar un trofeo.

El primer milagro

Además de la salvación, que conquistó con facilidad, Mendilibar también logró ganar la séptima Europa League de la historia del club rojiblanco. En respuesta, el pasado otoño, al poco de iniciar la temporada, la entidad de Nervión decidió mandarle a paseo a las primeras de cambio. El tiempo, sin embargo, demostró que él no era el problema, como demuestra la mala temporada del Sevilla.

Desde el 8 de octubre de 2023, día de su despedida en el Ramón Sánchez Pizjuán, hasta el pasado 11 de febrero, el técnico vasco quedó a la espera de la oferta adecuada que, esta vez sí, llegó del extranjero. Pues bien, a pesar de que en sus 63 años nunca había cruzado los Pirineos para entrenar, Mendi no dudaba de que a la sombra del Pireo podría encontrar la motivación que necesitaba.

Y ahora vuelve a intentarlo

El reto era enorme, sobre todo para un "viejo novato". Y sin embargo, unos meses después, sólo la Fiorentina, rival de su Olympiacos en la final de la Conference que se jugará el miércoles por la noche en Atenas, se interpone entre él y su segundo milagro consecutivo: "Le he cogido el gusto", ha admitido irónicamente en los últimos días.

Una bonita revancha para un entrenador que, cada vez que se ha marcado un objetivo, lo ha logrado, pese a la desconfianza de quienes prefieren a los entrenadores elegantes y mediáticos: de la salvación al ascenso, de la Europa League a la Conference... aunque, eso sí, los viola harán todo lo posible para evitar que su bonito cuento de hadas tenga un final feliz también este año: "Trabajamos con mucha calma y queremos estar preparados de la mejor manera posible para el partido del miércoles. Lo que queremos es mostrar todas las cualidades que hemos demostrado hasta ahora. Queremos ser aún más ofensivos y fuertes en todos los aspectos de nuestro juego".