Camavinga, un todoterreno que baja al barro con traje y corbata
Cuando el Real Madrid lanzó sus redes sobre Camavinga, muchas críticas arreciaron sobre la decisión de pagar una millonada (45 millones de euros más bonus) por un chaval de fuera en vez de apostar por algún canterano, que los había para jugar en el centro del campo.
Le ha costado, como es lógico, dejar atrás esas opiniones, acallar los rumores que hablaban de un estancamiento en su progresión, de una irregularidad que podría agotar la paciencia de los que mandan. Pero es precisamente ante esas dificultades cuando el francés ha dado uno o incluso varios pases adelante.
Ha ido aprovechando los minutos que le daba Ancelotti para imponerse en sus preferencias a Tchouaméni. Y con la lesión de Mendy, encontró un hueco en el lateral zurdo para tener continuidad. Desde ahí, con algún sobresalto táctico menor, ha ido madurando hasta mostrar sus enormes condiciones físicas y técnicas. Ante el Celta lo bordó.
Arrancó como lateral izquierdo y basta recordar un repliegue en el que recortó en tres segundos casi 20 metros a Iago Aspas para enseñar sus dotes defensivas. Después, Ancelotti lo quiso premiar dándole minutos como centrocampista, su verdadera posición. Y ahí también dio un recital de cómo llegar, de cómo arriesgar y de cómo hacerse imparable e indetectable para los rivales.
A sus 20 años, Camavinga es uno de los llamados a formar parte de un nuevo medio campo en el que ya no estén Kroos y Modric. Aún parece que queda para eso, pero la transición que está garantizada con futbolistas del talento de Eduardo.