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México derrota contundentemente a Estados Unidos: ¿el inicio de la reconciliación?

Raúl Jiménez y Edson Álvarez celebran el primer gol de México a Estados Unidos
Raúl Jiménez y Edson Álvarez celebran el primer gol de México a Estados UnidosSIMON BARBER/ Getty Images South America/ Getty Images via AFP
Duranta la mañana de este martes 15 de octubre, Javier Aguirre tuvo fuertes dolores de espalda durante la concentración de la Selección Mexicana previa al partido frente a Estados Unidos en la ciudad de Guadalajara. El dolor fue tan insoportable que tuvo que asistir a la clínica del afamado Rafael Ortega y, al salir del recinto, el técnico nacional se topó con una marejada de periodistas que aguardaban su salida.

En México, el puesto de entrenador del Tri tiene igual de relevancia –o incluso más— que la persona que ostenta el cargo de la presidencia del país. En este país futbolero desde el enfoque patriótico de júbilo, quien 

dirige a la selección tiene en sus manos el ánimo generalizado de una afición que perseguirá cada uno de sus pasos y de sus gestos.

Por eso, cuando se dio a conocer que Aguirre estaba en la clínica del Dr. Ortega, quien ha sabido operar y rehabilitar a miles de futbolistas mexicanos y mientras la prensa comenzaba a especular sobre lo que el 

entrenador padecía, el ánimo de una afición que ya se sentía frustrada y abandonada por la realidad del Tri no sabía si reír o llorar por esto que sucedía.

Pero Javier, siempre jocoso y capaz de hacer ver que tiene todo controlado, se río al ver a toda la prensa esperándolo afuera de la clínica y soltó: “No sean chismosos”, provocando las risas de los reporteros. Ese talento del Vasco ha servido para darle un poco de calma en medio de una tormenta de identidad que ha padecido México desde Catar 2022.

A partir de que Aguirre asumió su tercera etapa al frente de la selección, y a pesar de que los dirigentes se han empeñado en alejarse de su afición base y que los futbolistas nacionales no viven su mejor momento, el clima del Tri ha ido cambiando de a poco.

Javier Aguirre, durante el México-Estados Unidos
Javier Aguirre, durante el México-Estados UnidosSIMON BARBER/ Getty Images South America/ Getty Images via AFP

Hogar, dulce, hogar

Sin embargo, aunque desde el manejo de crisis y desde lo deportivo la llegada del Vasco significó un acierto, el nuevo proyecto requería de una  victoria clara y contundente que fuera un cimiento firme para la nueva era 

y, tal vez lo más urgente, calmar los ánimos de un país alejado más que nunca de su selección.

A principios de año, la Federación Mexicana de Fútbol anunció con bombo y platillo un partido amistoso contra Estados Unidos en Guadalajara, una de las ciudades más importantes del país. El cotejo, estipulado para realizarse  en el Estadio Akron del Club Deportivo Guadalajara, fue vendido como el regreso a suelo mexicano, tras un largo pero común periplo en canchas de Estados Unidos.

En la previa al partido de este martes 15, los directivos se asustaron tanto por la indiferencia de la gente en la compra de boletos para el partido que tuvo que pedirle ayuda a las autoridades gubernamentales, quienes están ansiosos de que Guadalajara sea sede del próximo Mundial.

Con ese contexto, que las gradas del estadio de Chivas lucieran vacías no era una opción. Sin más, fue el gobierno el que acaparó la gran mayoría del boletaje para el cotejo y repartió las entradas entre la ciudadanía con dinámicas y promociones.

Con el estadio casi lleno, México salió a la cancha con Andrés Guardado como bandera en su último partido con el Tri, al menos como jugador —se especula que más pronto que tarde será parte del cuerpo técnico de Aguirre—, y ante una grada expectante y con el abucheo preparado para otra posible mala actuación, sobre todo frente a Estados Unidos, el más odiado rival de la Concacaf.

Lo avisó Aguirre en la conferencia previa al partido: un equipo suyo puede perder un partido, faltaba más, pero lo que el Vasco no iba a aceptar jamás era que sus jugadores deambularan por la cancha sin la actitud ni el orgullopara defender el escudo que tenían en la camiseta, justo del lado del corazón. Y ese mensaje, que ha retumbado al interior de la selección mexicana desde su llegada, mostró un atisbo bajo una noche abierta de 

Guadalajara.

Merecida victoria

México no sólo le ganó a Estados Unidos, sino que lo hizo de manera contundente desde el desarrollo del juego, pero sobre todo desde el mantra que ha repetido una y otra vez en estas semanas: no hubo dudas que el cuadro mexicano se comió a su odiado rival desde la actitud. Y, como si fuera un simbolismo, la muestra de que se puede volver a competir llegó en suelo mexicano.

César Huerta ante Joe Scally, durante el México-EEUU
César Huerta ante Joe Scally, durante el México-EEUUSIMON BARBER/ Getty Images South America/ Getty Images via AFP

Para mala fortuna de los directivos, a los que sin duda no les importará este aspecto simbólico porque no se refleja en millones de dólares, la selección comenzó el miércoles una disculpa necesaria a su propia gente, en su suelo y con una postura aguerrida que siempre ha estado ligada a la idiosincrasia mexicana.

Como si hubiera estado planeado, como si se tratara de algo que ya estaba escrito, no se puede obviar que la posibilidad de retomar el camino correcto, tras años de oscuridad ideológica y deportiva, ocurrió en 

Guadalajara y contra Estados Unidos, una selección con la que se sufrió la peor derrota en la historia nacional en el Mundial de Corea-Japón y a la que no se le ganaba desde 2019.

Raúl Jiménez

Y esa victoria de 2-0 fue apuntalada por Raúl Jiménez, un delantero hambriento que tiene ganas de recuperar el tiempo perdido que una dura lesión en su cabeza le robó desde la pandemia. Lejos quedaron aquellos días

en los que su madre lo ayudaba con sus ejercicios neurológicos y el oriundo de Querétaro jugó sabiendo que tiene la capacidad de ser el referente que México necesita de cara al Mundial.

Con la confianza a tope tras un gran inicio con el Fulham en la Premier League, Raúl anotó un golazo de tiro libre y se mostró indefendible frente a la zaga de Estados Unidos, una selección en plena reconversión y con sus propios problemas que, desde hace una semana, son cuestiones que tendrá que resolver el argentino Mauricio Pochettino, quien al final del partido se acercó a saludar de mano a Javier Aguirre.

Tras la clara victoria, luego de la ovación de un estadio casi lleno y con la memoria colectiva tratando de contener el sentimiento de ilusión, el Vasco se sentó en la rueda de prensa posterior al partido e hizo lo suyo: sonrió, agradeció al Dr. Ortega por haberlo atendido del dolor de espalda y, aunque se mostró satisfecho en general, el técnico mexicano redobló su misión de reformar a la selección y recobrar el cariño de la gente.

“La reconciliación con la afición se va dando con rendimiento. La gente no es tonta. Si ve que su equipo lucha, pelea, muerde y, si al final pierde porque hubo un error, igual te lo agradece. La gente no se detiene con el 

resultado. Quiere sentirse representada”, señaló Aguirre. Y todo un país está de acuerdo