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Prisca Guadalupe Awiti: la histórica judoca mexicana que se colgó la plata en París 2024

Francisco Espinosa García
Prisca Guadalupe Awiti
Prisca Guadalupe AwitiGetty Images via AFP
A Prisca Awiti Alcaraz no le gusta el tráfico de la Ciudad de México. Nació en Londres, de padre keniano y madre mexicana, pero estar atorada a plena hora pico y en medio de un inmenso oleaje de automóviles en el Periférico le produce estrés, como a cualquier mexicano.

El segundo nombre de Prisca es Guadalupe, en honor a la Virgen de Guadalupe, figura católica venerada por la gran mayoría de los mexicanos. Fue idea de su madre, Lola. 

Lola también fue la causante de que a su hija se le haya olvidado pronto el insufrible 'fish and chips' inglés cuando la llevó, muy de pequeña, a una taquería en León, Guanajuato, donde fue de vacaciones durante toda su infancia.  No hubo duda: en el bocado de aquel primer taco de chorizo —que se convertiría en su favorito— México tuvo una hija más en Prisca. 

A sus 28 años, y desde hace mucho tiempo, la judoca Prisca sabe que es mexicana. Por eso, después de probar suerte en el equipo de Judo de Reino Unido, en la categoría de -63 kilogramos llena de competencia, aprovechó el cariño a la patria de su madre y decidió en 2017 representar a México

Lejos de la oportunidad de encontrar un camino más benévolo en su carrera deportiva, lo que Prisca halló fue calor de hogar. "En México he encontrado alegría. Creo que aquí luchan con su corazón y lo hacen por su país. Es algo que me ha encantado de aquí, porque lo hacen en los combates, entrenamientos y en todo lo demás", dijo durante una entrevista tras su llegada al equipo nacional. 

Inspirada por su hermano Philip, un atleta de alto rendimiento inglés que compitió en mundiales de Judo, Prisca decidió emularlo tras probar suerte en la gimnasia y el contacto con el tatami despertó un fuego competitivo en ella que, años después y sin que nadie lo pudiera imaginar en aquel momento, le daría una alegría a un país de más de 120 millones de personas que celebra, a cuenta gotas, los triunfos deportivos de sus atletas. 

Callada y con mucha dedicación, Prisca fue compitiendo bajo la bandera mexicana y, aunque ganó un bronce en los Juegos Panamericanos de Santiago 2023, su desempeño no causó ruido alguno. Tanto que, en los pronósticos conservadores —y realistas— de las autoridades mexicanas del deporte para París 2024, en los que tenían previsto un número de medallas que se pueden contar con una sola mano, nadie la tenía apuntada. 

Y, lejos de creer que se haya tratado de un desprecio a la trayectoria de la atleta, esas previsiones oficiales tenían cierta lógica desde el sustento de los fríos números: Prisca fue 17ª en Tokio 2020 y llegó a París 2024 como la 18 en el ranking mundial de su categoría. Era insensato pensar que podía aspirar a una medalla olímpica. 

Sin expectativas

La nula expectativa por Prisca fue tal que su madre y su hermano no tuvieron un lugar de privilegio asignado en las gradas durante su participación en París 2024, como lo tienen otras atletas de renombre. Y la sorpresiva semifinal que su hija disputó con la eslovena Andreja Leški, Lola la vio en una pantalla de un celular en un restaurante cercano a la sede. 

Pero lo que escapa a los fríos números del ranking mundial es lo que descubrió Prisca en México: un sentimiento de pertenencia que había sembrado de niña y que en este verano parisino tuvo un punto de ebullición que su historia merecía. 

Para siempre, en los repasos históricos de las escasas proezas mexicanas en Juegos Olímpicos, estará el triunfo explosivo en octavos de final de la competencia contra la polaca Angelika Szymańska, cuarta del mundo, pero sobre todo su actuación memorable en semifinales

Mientras Lola estaba en un restaurante aledaño, con los nervios contenidos al mirar una pantalla, Prisca se midió ante la croata Katarina Kristo y, en tan solo 35 segundos de combate con un inolvidable ippon directo, se alzó con una victoria contundente que provocó que su madre y su hermano saltaran de alegría, al igual que millones de mexicanos que se engancharon a su proeza. 

En ese punto, el nombre de Prisca se había vuelto viral en redes sociales y estaba en boca de todo el país. La confirmación de que iba a ser candidata a plata u oro provocó que los directivos mexicanos corrieran hasta la sede del judo para presenciar el último combate. Mientras, los medios del país comenzaban a compartir su historia multicultural y de lucha. 

Y aunque la derrota frente a la eslovena Andreja Leski en la final provocó un momento de desilusión, la medalla de plata —la primera de México en su historia dentro de la disciplina— fue un premio a un camino digno de contar y que tiene largo trecho para recorrer. Su entrenador, Jorge Luis Atencio Ramírez, ya avisó que su futuro es brillante. “Mi vida cambia, y la del judo mexicano. Es el logro del equipo nacional, de mis compañeros, de los entrenadores, de mi familia, que han estado conmigo hoy. Sin ellos nada hubiera sido posible”, aseguró.

Este jueves 1 de agosto, Prisca volvió a México. En el aeropuerto de la capital, una multitud la recibió con cariño y porras tradicionales del país. Una tímida sonrisa asomó en el rostro de la atleta, quien con educación atendió a los medios presentes y se marchó al insoportable tráfico de Ciudad de México, pero con la esperanza de pronto estar en su taquería favorita de León, donde ya la esperan tres de chorizo con todo.