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Fiebre verde y oro en Sudáfrica, unida en torno a los Springboks

AFP
Fiebre verde y oro en Sudáfrica, unida en torno a los Springboks
Fiebre verde y oro en Sudáfrica, unida en torno a los SpringboksAFP
Banderas, carteles y camisetas: una fiebre de euforia verde y oro inunda Sudáfrica a unos días de la final de la Copa del Mundo de rugby, que enfrentará a los Springboks con los All Blacks neozelandeses.

Empleados de cara al público, vendedores, cajeros, camareros y clientes, son muchos los sudafricanos, sea cual sea la tonalidad de su piel, en lucir los colores de los Springboks por las calles de Johannesburgo como en otros rincones del país más meridional del continente africano.

Todos sueñan con un nuevo título mundial, a la vez que se evaden de los males de una sociedad profundamente desigual, en medio de una difícil situación económica, con recurrentes cortes de corriente y casos de corrupción.

"Vamos a regresar con el trofeo, lo percibo", sonríe Obert Sebogodi, un varón sin techo de 38 años que se gana unas monedas vigilando los vehículos en el parking de un centro comercial.

"Los chicos del equipo soy yo, yo soy ellos, debemos sentir lo mismo", sostiene para la AFP.

Y añade: "Como sudafricano negro, estoy feliz. El equipo muestra a todos que existen oportunidades para los negros de acceder a la selección nacional. Nos hacen sentir orgullosos".

No resulta sencillo encontrar camisetas en las tiendas de deporte. "Recibimos un lote el domingo pero lo vendimos todo en una hora", explica un vendedor en una tienda en un barrio de clase alta en la periferia de la capital económica del país.

Desde que Nelson Mandela se mostrase como seguidor de los Springboks en 1995, el apoyo al equipo otrora considerado como un símbolo del 'apartheid' se convirtió en un elemento de unidad en este país, en el pasado desgarrado por las distinciones raciales.

Destino común

La tendencia se aceleró cuando Siya Kolisi, primer jugador negro en portar el brazalete durante un 'test-match', llevó al equipo al título en la Copa del Mundo de 2019, una fiesta que suscitó numerosas vocaciones en el seno de una juventud negra cuya actividad deportiva hasta entonces se había ceñido al fútbol.

Los Springboks jugarán el sábado contra los All Blacks neozelandeses en el Stade de France de París en un enfrentamiento entre viejos rivales cuyo vencedor se erigirá en la única selección con cuatro Copas del Mundo en su palmarés.

Incluso en una actuación en una guardería el miércoles, un grupo de niños de cuatro años vestidos con los colores nacionales y agitaban balones de rugby al son del 'Hie' Kommie Bokke', un himno popular del equipo de rugby, según pudo constatar un periodista de la AFP.

Según la prensa local, los muchos aficionados que buscan desesperadamente hacerse con productos oficiales son a menudo víctimas de estafas en internet.

Esta Copa del Mundo "es uno de los eventos deportivos más apasionantes y unificadores de nuestra historia", declaró el alcalde de Ciudad del Cabo, Geordin Hill-Lewis, al anunciar la colocación de tres pantallas gigantes para seguir el partido en la turística ciudad portuaria.

El Pirates Club, un complejo deportivo en Johannesburgo, que cuenta con un bar muy frecuentado, prepara también pantallas y puestos de bebida suplementarios, pero limitó el acceso a 1.500 personas para evitar tensiones. El complejo deportivo se vio "un poco superado" el pasado fin de semana, cuando unos 2.000 aficionados desembarcaron para presenciar la semifinal contra Inglaterra, explica su responsable de marketing, Michele Butcher.

Después de varios "periodos difíciles", pandemia y crisis energética como últimos exponentes, el país se halla en un estado festivo, revela. "Vemos a la gente que viene al club, de todas las edades, de todos los colores de piel y religiones... Nos reunimos para hacer nación común en esos momentos", explica la joven Michele Butcher.